Para mí, el sinónimo emocional del caos es la incertidumbre, pero si continuamos avanzando, las emociones se depuran y todo se ordena. La respuesta emocional frente a la curva de adopción del cambio tiene cuatro etapas, es mejor conocerlas cuando lo nuevo no nos gusta o sentimos que no nos favorece.
Queremos evitarnos vivir el proceso porque usualmente lo nuevo nos pone frente a nuestros miedos. Pensamos que aceptar es estar de acuerdo, pero puedes aceptar que eres parte del cambio sin estar de acuerdo con todo. En realidad, la inconformidad es una valiosa herramienta que nos permite ver nuevos aspectos y posibles mejoras.
¿Cuáles de tus talentos son idóneos para apoyar el cambio?, ¿cuál es el lugar más productivo para ti?, ¿cómo puedes estar comprometido y en armonía con el proceso? Lo primero es comprender que es un proceso y usualmente toma tiempo. ¿Cuánto? Depende de cada persona.
La primera etapa es la negación. Nos negamos a aceptar la realidad y queremos seguir haciendo lo mismo que hacíamos antes. Por ejemplo, si se trata de un duelo, en vez de asumir que el ser querido se fue, un recurso de la negación es imaginar que esa persona está de vacaciones. En esta etapa, la aceptación es clave. Para aceptar debes sacar el dolor, la cólera o frustración (llorar, el deporte, el arte y/o un buen terapeuta son de mucha utilidad). Sin la intoxicación emocional es más fácil pensar con claridad.
La segunda etapa es la resistencia. Aceptamos que las cosas serán diferentes, aunque no nos guste entendemos que hay un nuevo estatus. No hay que resignarse, permítete ver a qué bien mayor sirve ese cambio y cómo puede ser constructivo para ti. Es natural, resistimos a lo que en primera instancia no nos beneficia directamente; por eso, en esta etapa criticamos, peleamos con la situación y, de paso, con alguna persona que piense diferente. Para movernos a la siguiente etapa es clave ver más allá.
La tercera etapa es la exploración. En este proceso ya la persona lo aceptó, es capaz de ver el bien mayor y aquí empieza a explorar cuáles son sus nuevas posibilidades y cómo encajan sus talentos y conocimientos. Recién podemos empezar a reemplazar la incertidumbre por la certeza, no la certeza en la situación, sino en la capacidad de uno mismo de asumir el reto.
La cuarta y última etapa es el compromiso. Es cuando vamos hacia adelante, siendo parte de lo nuevo, con tranquilidad y resiliencia.
Pelear con el proceso, obligándonos a pasar de la negación al compromiso, puede aumentar la resistencia. Procurar nuestra salud emocional es permitirnos transitar. Al final, ya aprendimos que nada es tan importante o grande que no pueda darse el tiempo de parar.
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Fuente: El Peruano